El Puerto de la Cruz, se sitúa dentro del territorio que antiguamente, en la época donde los aborígenes canarios poblaban las islas, se denominaba Menceyato de Taoro. Con lo cual, disfrutando por un agradable paseo en las calles portuenses, estarás divisando lo que tiempo atrás era este territorio dominado aún por los Menceyes.
¿Cuáles eran los Menceyatos existentes?
La isla de Tenerife estaba dividida en nueve menceyatos: Adeje, Abona, Güimar, Anaga, Tegueste, Tacoronte, Daute, Icod y Taoro, siendo el Menceyato de Taoro el más influyente de toda la isla.
Características del Menceyato de Taoro
¿Qué zonas abarcaba el Menceyato de Taoro?
La superficie de este menceyato era de una extensión de 120 kilómetros cuadrados que abarcarían lo que hoy en día conocemos como La Victoria de Acentejo, San Juan de la Rambla, La Orotava, Puerto de la Cruz, Santa Úrsula y Los Realejos.
Características de los habitantes
Con respecto al número de habitantes que poblaban este menceyato, se calculaba que aproximadamente eran 2,500 aborígenes, los cuales poblaban las cuevas naturales tan frecuentes en la orografía escarpada tan característica de esta zona de la isla, y su esperanza de vida era de 29 años. Los aborígenes canarios, dependiendo de la estación del año, debían trasladarse a otras zonas de la isla para que la ganadería pudiera tener el sustento alimenticio necesario.
Capital del Menceyato de Taoro
Se cree que el punto de mayor importancia el menceyato, y por lo tanto la capital, era la zona ahora conocida como Realejo Alto.
Historia del Menceyato de Taoro
El primer momento de la historia en la que se tiene constancia del Menceyato de Taoro es a finales del siglo XIV, época en la cuál murió el último mencey único de Tenerife, evento tras el que la isla se fragmentó en los nueve menceyatos mencionados anteriormente.
Tras el asentamiento de europeos en las islas de La Gomera y de Gran Canaria, se llevó a cabo un asalto en las costas de Taoro por parte del mercader de esclavos Lope de Salazar en el año 1493.
Fue un año más tarde cuando llegó a las costas de Tenerife el conquistador Alonso Fernández de Lugo. Fue Taoro quién encabezó el bando de guerra que se enfrentaría junto con el resto de menceyes de Tenerife a los conquistadores.
Aunque inicialmente la balanza de la batalla se decantó hacia el lado de los guanches, en 1495, las derrotas en la conocida como Batalla de La Laguna y la segunda batalla de Acentejo, diezmaron bastante las aspiraciones de los aborígenes canarios, quienes además sufrieron una epidemia que terminó por acabar definitivamente con sus fuerzas.
Paz de Los Realejos
En 1496 se culmina el asentamiento castellano en las tierras de Tenerife tras el que se llegó al acuerdo entre ambos bandos conocido como Paz de Los Realejos. La Paz de Los Realejos fue el fruto de la aceptación de paz por parte de Bencomo, el Mencey de Taoro, el 25 de julio de 1496, acompañado de Acaymo de Tacoronte y Beneharo de Anaga. Los aborígenes canarios en este acuerdo con Alonso Fernández de Lugo, aceptarían cristianizarse.
Tras la Paz de Los Realejos, se da por terminada la conquista del archipiélago Canario, pasando a formar parte desde entonces del Reino de las Españas.
¿Quiénes eran los Menceyes?
La denominación de Mencey era el título con el que se nombraba a los guanches (aborígenes canarios), que disfrutaban de la máxima autoridad en esta antigua sociedad.
Era tal la importancia de los menceyes sobre los guanches, que disponían de poder civil, religioso y militar, estando a disposición del Mencey todo el territorio y los recursos situados en él.
Tras la muerte de un Mencey, era su hermano el que le sustituía, y en el caso de que ya no quedaran más hermanos vivos, el poder se traspasaba a la siguiente generación, empezando por el hijo del primer hermano.
Visita el Menceyato de Taoro
El Menceyato de Taoro es parte de la historia, y muchas cosas han cambiado desde entonces en esta zona de la isla. Hoy en día, no solo se ha multiplicado exponencialmente el número de habitantes, sino que también son millones los turistas que cada año llegan aquí, en esta ocasión no con afán colonizador, sino con la intención de disfrutar de la majestuosa naturaleza que posiblemente sea una de las joyas que aún perduran y se siguen manteniendo desde la época de los guanches.
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